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Ana Botella, Arturo Cantoblanco, Arturo Fernández, Bankia, Beltrán Gutiérrez, Caja Madrid, Casa Real, El Corte Inglés, El Mundo, El País, Esperanza Aguirre, Herbert Smith Freehills, IU, James Bond, joyas, Licencia para matar, Mercadona, Miguel Blesa, PP, PSOE, Rafael Spottorno, Sindicalistas, SONIA GONZÁLEZ, Tarjeta de crédito, Tarjetas opacas
Que daño nos ha hecho el dinero de plástico. Fresquita es de las del fajo de billetes con la goma y jamás ha tenido tarjeta de crédito. Por eso, ahora se jacta de ser más lista que nadie y llama desgraciado a todo aquel que amarra su vida económica a un plástico con banda electrónica y chip prodigioso. Os imaginaréis que, si ella de por sí ya es chula, ahora con lo de las tarjetas de Bankia se ha puesto insoportable: “ Ves, te lo dije y esto es sólo el principio”.
Hoy Desde Mi Ventana veo el humo negro, muy negro, de las chimeneas de la antigua Caja Madrid, ahora depurada Bankia, porque el plástico es lo que tiene que cuando se quema suelta un humo espeso, negro y con un olor apestoso, entre podredumbre y putrefacción, impregnándolo todo por días, meses y años. El problema de todo esto es que quienes aspiramos el asqueroso aire contaminado por todos estos plásticos de banqueros venidos a menos pero bien provistos de cartera, somos el resto de los mortales. Todos esos pobres que contrataron las preferentes y que, con mucha suerte, van a cobrar una ínfima parte de lo que invirtieron, todos aquellos que se quedaron sin sus casas porque la usura hizo el negocio de su vida con sus hipotecas. Sólo tenéis que echar un vistazo a todas las “nuevas” empresas inmobiliarias vinculadas a bancos que se anuncian a modo de venta de viviendas a precios de ganga. Normal que sean baratas, en el peor de los casos estaban casi pagadas por los intereses, garantías y demás.
Tampoco voy a hacer demasiado hincapié en los gastos extras de casi medio millón de euros por cabeza que efectuaron los honorables miembros del consejo de administración de Caja Madrid, capitaneados por el amante cazador de osos, Miguel Blesa. De ahí le viene la afición de masacrar a tan bello animal emblema de la capital de España. No se sabe que fue primero si las cacerías de osos en los bosques de Rumanía o las del oso de Madrid en las alfombras rojas del consejo de la entidad financiera. El resto de consejeros le van pisando los talones. Entre ellos sindicalistas, sí de esos que se llenan la boca pronunciando la palabra “compañero” y, se supone, luchan por defender los intereses de los trabajadores. En total, 27 del PP, 15 del PSOE, 5 de IU, 11 sindicalistas y entre ellos, todo un consejero de la Casa Real, Rafael Spottorno. Todos ellos con licencia para gastar. Unos James Bond del siglo XXI, con coches de lujo, hoteles con mega estrellas, trajes de marca, relojes de más marca con funciones extras y restaurantes de súper lujo donde las copiosas comidas saciaban sus voraces apetitos culinarios. Flamantes cero cero sietes que tan solo han cambiado el arte de matar del agente inglés, rápido y certero a punta de pistola, por la lenta agonía de sus víctimas en despachos y cónclaves bancarios. Sólo hay que echar un vistazo a todos los que se han suicidado porque han perdido su casa o su dinero. Y mientras ellos desenfundando las cartucheras de su dinero de plástico.
Entre todos ellos me quedo con los últimos que han salido a la palestra, el señor Arturo Fernández. Otro honorable del mundo empresarial que también gozaba del privilegio del plástico fino a cargo de la entidad bancaria. Aunque su gasto, 37.000 euros, es casi las sobras del resto, no entiende por qué tanto revuelo si esos eurillos eran gastos de representación. Pero, ¿a quién representaba?, ¿a Caja Madrid, a Bankia? Ahora lo entiendo todo, seguro que pagaba las nóminas de sus empleados a través de la entidad bancaria. El señor Fernández asegura que hoy mismo devuelve el dinero. Y yo me pregunto, si tiene ese dinero ¿por qué no paga las nóminas de sus empleados? Si, esos que estuvieron haciendo paros el pasado mes de julio en Arturo Cantoblanco, porque no habían cobrado y veían peligrar sus puestos de trabajo. Voy a otorgarle el beneficio de la duda y no voy a pensar mal, porque seguro que a mes de octubre, les ha pagado hasta la extra.
El pasado jueves, Ana Botella, destituía a Beltrán Gutiérrez, asesor del grupo popular en el Ayuntamiento de Madrid, porque era uno de los ejecutivos que había hecho uso de esas “tarjetas opacas” al fisco. Lo curioso de este caso es que a día de hoy, según el diario El Mundo, Esperanza Aguirre, presidenta del PP regional, le mantiene como gerente. Será porque haciendo gala de “la providencia” fiel compañera de la señora Aguirre, está esperando el consabido milagro para limpiar el nombre del señor Beltrán.
Todos los usuarios de esta barita mágica para gastos, se han rasgado las vestiduras cantando al unísono la misma melodía cuya letra parece dictada por la cúpula de la entidad bancaria: “Yo no hacía nada ilegal, tan sólo seguía las instrucciones de Caja Madrid”. Si os estáis riendo, parar ya mismo, porque el equipo de abogados que ha contratado Bankia, el bufete Herbert Smith Freehills, “no ve delito en las tarjetas opacas, no ve el dolo”, que no hay apropiación indebida. Dolo no se si hay, pero muestras claras de tener mucha cara, poca decencia e indicios de un delito continuado, si. Hoy mismo se ha sabido que la gran mayoría de los cargos que se hacían en las tarjetas nada tenían que ver con el banco, todos ellos eran compras en grandes almacenes como El Corte Inglés, Mercadona y en afamadas joyerías.
Tal vez la fiscalia debería replantearse sus acusaciones y seguir tirando por este hilo que parece no tener fin. Un hilo que se nos presenta como una madeja enmarañada, sucia y maloliente, un hilo con el que Miguel Blesa tejía su red de 15 millones de euros, como Sánchez Barcoj, su segundo en el cargo asegura.
Sonia González