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«Almas gemelas», esas han sido las palabras de Fresquita desde que el «pequeño» Nicolás entró en nuestras vidas comparándole con Frank Abagnale Jr. Cuando mi querida vecina leyó mi libro «Utiliza tu energía. Aprende a comunicar» quedó fascinada con la historia de este delincuente, un hombre que cautivó, ni más ni menos, que a Steven Spielberg. Tanto es así, que plasmó sus andanzas en la película «Atrápame si puedes» protagonizada por Leonardo DiCaprio. Éste gran estafador, llegó a ser piloto de la PANAM sin haber realizado ni una hora de vuelo, defendió pleitos y se convirtió en abogado sin pasar por la facultad de Derecho y ejerció la medicina sin ningún título que lo acreditara. Estafó, engañó y ahora trabaja para el gobierno de los Estados Unidos, eso sí, a través de su propia empresa Abagnale y Asociados. Un profesional de la mentira, embaucador, inteligente, gran comunicador y versátil, que dio con sus huesos en la cárcel para luego negociar con las autoridades y poner su talento a disposición del gobierno.
Nuestro «pequeño cachorro» apunta maneras. Hablo en presente porque, hasta ahora, tan sólo hay una denuncia contra él y parece que el empresario estafado se lo está pensando. Pero, ¿de quién es la mano que mece la cuna del «niño» Fran. Hoy, Pepe Carril, Secretario General de Organización del PP de Moncloa-Aravaca, ha desvelado en el programa de Susana Griso, «Espejo Público» el nombre del benefactor y protector del «pequeño» Nicolás, ni más ni menos que Álvaro Ballarín Valcarcel, concejal Presidente del distrito Moncloa-Aravaca del PP. Ahora entendemos el álbum de fotos del «cachorrillo papero». Pepe Carril, que parece que no es muy amigo del Sr. Ballarín, ha seguido aportando datos sobre este curioso tandem Ballarín-Niño Fran, resaltando que las maneras de este presunto estafador son las heredades de su «padrino» y que criado a sus pechos desarrolló el insulto como forma de expresión, la prepotencia y la chulería como forma de vida. Detrás de su sonrisa bonachona que siempre lleva puesta y de un encanto personal que hace gala para conseguir prebendas, se esconde una mente inteligente que, precisamente, no ha utilizado de forma muy ortodoxa.
Este presunto delincuente de guante blanco gozaba de guardaespaldas que le iban traspasando unos y otros y, dependiendo del círculo donde se moviera, se iba presentando como miembro de las Nuevas Generaciones del PP, del CNI, del Gobierno o asesor en Moncloa. El chaval tenía recursos para todo y para todos.
Y la mano seguía moviendo su cuna, arropándole, mimándole y protegiéndole. A pesar de su corta edad, 20 años, su curriculum engordaba como un globo a punto de despegar. Volaba y volaba hasta que se dio de bruces con un empresario al que presuntamente estafó 25.000 euros. Gracias a él las andanzas del «Niño Fran» han salido del armario, gracias a él, por el momento, ha terminado el despilfarro a costa de los demás de este profesional de la mentira, gracias a él, afortunadamente, damos por terminada la carrera política de la joven promesa.
Hasta la jueza que lleva su caso está sorprendida ante tanta desfachatez. No sabemos que habrá visto en el caso del «pequeño» Nicolás, para decretar el secreto del sumario. Tal vez ha descubierto que son varias las manos que mecen la cuna del cachorrillo o que el niño que decía que iba a llegar a ser Presidente del Gobierno, tan sólo era el utensilio para conseguir información para sus padrinos.
Lo que al principio parecía una comedia, interpretada por este personaje que ha dejado a la altura del betún a cierta clase empresarial y política de nuestro país, se puede convertir en un thriller del que a mas de uno se le van a poner los pelos como escarpias cuando la jueza escriba el trágico final.
La lectura que hago de este personaje es que es el reflejo de una sociedad que se mueve, por las apariencias, el engaño de la clase política, la estafa y la mentira. Hay algo en mí que se resiste a pensar que el pequeño «cachorro» es la muestra de los jóvenes del futuro de este país porque si fuera así sería para hacer las maletas y salir corriendo.
Sonia González